19.4.15

Pensé que si iba y volvía sobre mis pasos ahí ibas a estar, mi maravilloso genio amor, cuánto tiempo ya sin tus besos. Los días pasan como nada, espero un final, ¿final de qué? El juego ya finalizó y mientras yo junto los pedacitos de mi alma que rompiste tan dedicadamente, y me busco entre las cuatro paredes de mi habitación, vos salís, vos estás afuera, estás afuera de tu casa y de mí y quizás del barrio, estás por las calles preguntándote, quizás, qué almorzar. 
El mundo sigue girando despacito, no hace ruido, no siento el frío que dicen que hace. Pareciera que mi reloj se paró, que ya nada tiene mucho sentido y que mi corazón no latiera. Pero no, debe estar latiendo, sino no te sentiría tanto, sino no querría llorarte pero reírme de vos. Las cosas pasan porque sí, o tal vez no, tal vez existe un destino y éste intenta ir enseñándonos. Llega un punto en que todo se vuelve tan efímero y nos recriminamos no haber podido seguir los pasos del otro, cuando en realidad nosotros mismos no sabemos con exactitud hacia dónde caminamos. 
Si no tengo destino propio, si no tengo meta, si no tengo a dónde ir, ¿tengo camino? ¿Sigo caminando? Necesito crear un parador en el medio de este viaje, parar al costado de la ruta a mirar el cielo y pensarte e intentar hablarte, por favor, si me escuchás,
por favor volvé por mí.