12.5.15

Cuando el amor termina.

Que quede claro: no voy a darte cátedra a cerca de cómo olvidar a una persona. No. Simplemente por el hecho de que, desde el vamos, descreo de ese concepto, el olvido. Es que si alguien nos marcó, si alguien nos hizo mucho bien o mucho mal, aprendimos. ¿Cómo poder querer olvidar a una persona que nos dejó enseñanza? No, yo no me quiero olvidar. Ni de él ni de ningún otro. Porque de todos aprendí. 
Cuando alguien que ocupaba mucho espacio en nuestras vidas se aleja, nos queda inevitablemente un vacío en el centro del alma que creemos que ya nunca más va a llenarse con nada. Y el amor no se reemplaza, tampoco creo en que "un clavo saca a otro clavo". Yo pienso en seres en lo que SE SUPONE que ya no debería pensar, y lo hago cotidianamente. Que se entienda: mi presente está perfecto. Pero eso no borra mi pasado. Y está bien que así sea. Entonces, decía, el hueco. El hueco en el corazón, en la vida misma, en los proyectos. Es como si nos derribaran de un cachetazo contundente una ilusión que en realidad construimos por mucho tiempo, que vimos mutar, madurar, crecer, avanzar en distintas direcciones. Y acá estamos, desnudos, vacíos, con un hueco. 
No puedo imaginar más de dos caminos a seguir. 
El primer camino es el que nos lleva a despertarnos un domingo con el estómago lleno de alcohol y sin saber ya qué hacer con nosotros mismos. 
El segundo es por el que yo lucho, del cual llevo la bandera: atravesar el dolor de la mejor forma posible y sacar belleza de ese caos, porque eso es virtud. El dolor va a doler siempre, estemos donde estemos, estemos con quien estemos, estemos haciendo lo que estemos haciendo. Pero decime si el dolor no es un poco más lindo cuando un amigo te toca el timbre, te abraza y te ceba unos mates. El dolor es más lindo cuando no sabés qué hacer los domingos porque los pasabas con el susodicho y de repente te das cuenta de que morís de amor por el fútbol. El dolor es más lindo cuando empezás a valorar el simple hecho de sentarte a cenar todos los días con tu familia. 
Cuando estamos dolidos, creo que a veces se agudizan nuestros sentidos. Yo empecé a sonreír quizás con un simple aroma, el perfume de un amigo que reconozco porque yo se lo regalé. La sonrisa de una amiga de años que viene y me cuenta boludeces para levantarme el ánimo. Un mensajito de ese amigo para preguntarme cómo estoy. Una cerveza con los chicos en el bar. 
Con una canción la tristeza es más hermosa, siempre.
Entonces, no puedo decirte que no vas a sufrir,te mentiría. Sólo puedo decirte que, aunque suene paradójico, lo disfrutes. Porque en el sufrir uno aprende a ver otras cosas hermosas de la vida. En el sufrir se acercan aún más las personas que nos aman. En el sufrir maduramos, del sufrir aprendemos. 
Del sufrir se crece, y crecer es hermoso y necesario. 
A no bajar los brazos. El juego continúa y lo mejor está por venir.