16.8.15

Si tuviera la respuesta que necesitás


Sábado. No, domingo, hoy juega Boca. Madero. 
Camino, me siento, cierro los ojos y vuelvo a mí. Me olvido del contexto (de hecho dudo si es sábado o domingo) y sigo buscando una respuesta, algunas horas o días -que parecieron vidas- después de vos. Porque lo peligroso de jactarse de tener siempre una respuesta a todo, es esa tarde o esa noche, en ese banco de plaza o en esa vereda, en ese bar, con esa birra, en ese beso, ese abrazo, esa charla, ese lunes o ese martes, en la que no la encontrás.
Y me quemo la cabeza en el intento de buscarte. Y quiero salir de mi propia piel, vagar, ir y venir, y no me aguanto a mí. Y me sigo quemando hasta incendiar una mente ya de por sí, un poquito payasa.
Vuelvo, abro los ojos, el mismo lugar, no me fui, no me fueron. Hace frío y hay que volver a casa. ¿Volver? ¿A casa? Paradójico. Me levanto, me sacudo (¿para qué?) y retomo caminata.
Y entre los pasos vuelvo a pensar que si tuviera la respuesta que necesitás, vos me darías la que ando buscando yo.