21.10.12

Estabas preso a medianoche y en la ciudad cantaba un gallo con insomnio. 
Estabas preso y solo en tu jaula y querías dormir, como si fuera posible. Las piernas de trapo te pedían dormir y también la mano que había temblado, esta noche, al agarrar la cuchara de madera, y los ojos que ardían.
Dormir no, pero conseguiste no escuchar los gritos y los golpes. Por primera vez te fuiste lejos del alboroto desesperado de la prisión, que era tu destierro, y una muchacha llamada Clara fue tu reino perdido y recobrado: ella venía viniendo, descalza, desnuda: la ciudad estaba acostada boca arriba y ella le andaba por el pecho con pasos secretos. 
La que te decía: a pesar de todo,y te llamaba Pirata.
La que sospechaba de lo imposible, pero lo prefería.
La que venía de una comarca donde las pequeñas cosas tenían toda la importancia del mundo: las cosas chiquitas: una gata lamiéndose la pata izquierda, un cuchillo cayendo al suelo, la crepitación del fuego, la forma y el calor de la ceniza, el dibujo de la gota que resbala sobre el vidrio de la ventana, la mucha sal en la comida o el hecho de haber nacido en febrero.
La que de chica preguntaba a las cáscaras de naranjas cuántos hijos iba a tener y se quedaba haciéndole guardia a la radio para sorprender a los enanitos que se metían adentro. 
La que te aceptó sin preguntas.
La de los ojos-túneles, que se reía con dientes de conejo y tenía una trenza negra que le llegaba a la cintura.
La que hacía el amor entre velas encendidas. ¿Mi mano toca tu piel o tu piel toca mi mano? La que hacía el amor como un largo viaje en trencito de juguete que se deslizaba por las montañas y los mares.
La que fue capaz de apostarse y perdió, pero con triunfo, mientras vos te defendías de querer porque eso golpea duro. 
La que con los ojos te decía: pero quiero todo, y te decía: pero quiero siempre, y te enseñó a no medir el tiempo ni la libertad y otras cosas que también fueron traicionadas o acaso olvidadas.
(Perdón)