Del perdón al olvido hay un paso tan inmenso.
Es como el ejemplo ese de la puerta:
aunque saques los clavos el agujero queda.
Uno no me quiso sin carpa y el otro no me
quiso pero la chamuyó, lo cual no sé si es
peor o mejor. Pero nunca, nunca me sentí
tan poco querida como ayer. Y esta vez
pensé que sí, qué ilusa soy, no aprendo más.
Cuando me la juego y bajo los escudos,
ya se sabe, PUM, balazo en el medio del
pecho, para variar.
Y qué se yo, no sé, capaz las cosas se
dan simplemente porque así tienen que
darse, capaz de todo se aprende y
ésto me sirve para recordar que yo antes
tenía algo que se llamaba retaguardia
y puedo volver a tenerlo en cuenta. Punto.