11.11.12

Del perdón al olvido hay un paso tan inmenso. 
Es como el ejemplo ese de la puerta: 
aunque saques los clavos el agujero queda.
Uno no me quiso sin carpa y el otro no me 
quiso pero la chamuyó, lo cual no sé si es
peor o mejor. Pero nunca, nunca me sentí
tan poco querida como ayer. Y esta vez 
pensé que sí, qué ilusa soy, no aprendo más.
Cuando me la juego y bajo los escudos, 
ya se sabe, PUM, balazo en el medio del 
pecho, para variar.
Y qué se yo, no sé, capaz las cosas se
dan simplemente porque así tienen que 
darse, capaz de todo se aprende y 
ésto me sirve para recordar que yo antes
tenía algo que se llamaba retaguardia 
y puedo volver a tenerlo en cuenta. Punto.