12.1.13

Rosa

No recuerdo cómo me imaginaba que era el amor cuando era chiquita. Supongo que pensaba en dos viejos caminando de la mano. Es increíble cómo al crecer me doy cuenta de que el amor no es tan fácil como parecía cuando mamá convencía a papá y bailaban un bolero en el comedor, y aunque yo mucho no entendía, me gustaba verlos así, bailando. Pensaba que iban a llegar a viejos juntos, y supongo que ellos lo pensaban también. 
A veces la vida nos cambia el rumbo de un segundo al otro sin consultarlo. Es mentira que el destino se lo hace uno mismo. La mayor parte de las cosas sí, pueden forjarse con esfuerzo. Pero a veces una ola te revolea por metros en la playa, y así es como la vida te revolea por días o meses, es el mismo efecto. No siempre debe ser malo, existen también las buenas sorpresas. A mí la vida me sorprendió. El problema es que alguna vez un pibe (intentando deshacerse de mi calculo yo, aunque ahora creo que quizás no mintió) me dijo algo así como: "el problema es que yo nunca puedo cuidar todo lo que me dan". Y con eso me condenó eternamente. Explico, no es que siga sintiendo algo por ese chabón, fue importante pero fue. Peeero, me dejó esa frase resonando en mi cabeza y, aunque odie admitirlo, un poco me la apropié. Me metí en el corazón que yo no estoy hecha para cuidar los regalos que me da la vida. Todo merece su cuidado, los amigos, la familia, la pareja, el corazón. Desde el vamos, yo no sé cuidarme el corazón.
Cada tanto me quedo sin aire. Creo que más por el miedo de ahogarme que por el real poco aire que pueda haber en la habitación, o en el auto. Ahí está el tema: suelo ahogar todo. Creo que nadie me conoce realmente, todos tienen mi historia de a pedazos y hay un pedazo que sólo lo sé yo. 
Por eso es que deduzco que esto que siento ahora, lo voy a sentir por siempre, para toda mi vida. Quizás no esté tan mal y sea sólo intentar aprender a convivir con ello intentando lastimar lo menos posible a mi entorno. Quizás no esté tan mal ser tan distinta, pero a la vez tan igual. 
Simplemente y redondeando, creo que hay cosas para las que uno nace y algunas otras para las que definitivamente no vinimos al mundo. También creo que antes de nacer elegí todo, a mis viejos, a mi fecha de cumpleaños. Elegí yo. Y es probable también, que haya elegido nacer con el don de escribir sin cansancio, pero no con el don de amar (ese me lo olvidé).
Pero la vida me puso a prueba, me cayó del cielo, como para probarme. Algunos días la dejo ganar y otros varios amo con locura. Es más, a veces él y yo bailamos, aunque ya no boleros, y yo también me atrevo a creer que podemos llegar a viejos juntos, como lo esperaban mis viejos. Qué se yo.