17.2.14

El amor siempre apostó más de lo que tuvo. Es así, va a seguir siendo así. 
Nos enamoramos, o creemos que nos enamoramos, y sentimos que podemos comernos el mundo de un bocado, caminarlo ida y vuelta en segundos, nos sentimos enormes. Vivimos en ese limbo eterno no tan eterno hasta que un día nos cae la ficha. 
El amor también termina. Nada dura para siempre. 
Y se puede extrañar, se puede necesitar un beso más que cualquier otra cosa en el mundo, se puede buscar un bar y emborracharse. Pero en algún momento la vida nos obliga necesariamente a seguir adelante, a emprender algo nuevo, a mentirnos con el "seguir avanzando". No existe la frente alta en el amor. No existe el orgullo, ni la dignidad. El amor nos desnuda y nos tira en una zanja. El amor nos enloquece, nos eleva lo suficiente para que duela caer sobre el asfalto. El amor nos roba todo lo que creemos que poseemos. 
¿Vos también terminás como yo? ¿Con tres kilos menos y quince cigarrillos demás? 
¿Desnudo en la zanja?
(Quisiera que mis manos te alcanzaran hoy, pero no soy tan buena)