24.11.14

Una cuadra antes del bar.

La vieja avenida, siempre llena de autos, de gente, de ruido. 
Doblo, hoy no estoy para todo eso. El bar de siempre, la misma esquina. 
Me falta una cuadra, pero ya la veo, sentada en las mesas de afuera.
Fuma y lee, como cada vez. Un libro chiquito que le entra en su mano derecha, el cigarrillo en la izquierda. Tiene puesta una de esas polleras un tanto hippies que tan lindas le quedan,
una remera blanca, liviana, fina. La miro y recuerdo que hace calor. No venía sintiendo mucho que digamos.
Está seria y pienso que yo también debo estarlo. Pienso en cómo voy a saludarla, si el beso es en la boca, en la mejilla, si quizás no debería haber beso para no sufrir si es que es el último.
Si, es el último. 
Tiene el pelo largo y rubio, creo que nunca la vi tan hermosa,
ya estoy llegando y noto todo lo que llegué a pensar en sólo una cuadra.
Y ahora pienso que siempre los encuentros son con cerveza
y las despedidas con café.
Y pido uno para mí, porque ella ya había pedido el suyo.