31.12.14

Veinte catorce

Intentaré un pequeño balance, algo que intento año tras año.
Creo que estos doce meses estuvieron marcados por las despedidas. Me despedí de dos parejas, de una terapeuta, de un trabajo. La vida me quedó vacía y por llenar, como un cuaderno de hojas en blanco. No voy a mentir: lloré. Lloré mucho. Pero después me reí. 
Me parece que ese es mi principal trofeo de este año: aprendí a reírme de mí misma, de las cosas que también me hicieron llorar, de mis propias cicatrices. Aprendí a estar sola y amarlo, a llevarme bien conmigo misma, a sonreír con mis propios pensamientos y con mis propias locuras. Me reencontré conmigo, creo que es eso, después de tanto tiempo. Y hoy me vivo y me disfruto. 
Supongo que le tengo que agradecer a Ema por ese aprendizaje.
De ese trabajo y de todos los que estuve haciendo para rebuscármela estos últimos tres meses, puedo decir que adquirí únicamente experiencia. Pero está bien. Tengo veinte, y la experiencia hoy por hoy me es necesaria. 
Metí seis materias en la facultad. Pude haber hecho mucho más, pero espero poder hacer más en este año que empieza. A pesar de todo, siento orgullo de mí en este aspecto. Me reconozco muchos defectos, soy la primera en darme con un palo. Pero acá me tengo que dar la derecha y reconocerme que mi esfuerzo tuvo buenos frutos. Ahora voy por más, SIEMPRE.
Al margen de esas despedidas, tuve un reencuentro fenomenal con Betito, de abrazos, mates y música. Beto, amigo, gracias por hacer que me enamore día a día de Las pastillas, gracias por abrirme las puertas de tu vida, gracias por volver. 
Disfruté de noches y noches en The temple, en el Álamo, en Puerta roja, en Debar. Las compañías fueron variando, pero por lo general fueron Tino y Peter. Siempre ahí ellos. Siempre. Para reírme, para ponerme en pedo, para pasear y caminar. Pero también para hablar en serio cuando lo necesité, para escucharme y aconsejarme desde ese poquito más de experiencia que me sacan.
Como siempre, fueron tiempos de cantero en Rena con Tomi y compañía, de birras en botella de Coca Cola con Chule y de juntadas con Micki, Nanu y Gabi, mis amiguitas hermosas, mi grupo, mi equipo, mis chicas.
Bren es hermana y eterna en mi vida, con idas y vueltas, con defectos y virtudes. Siempre fue así nuestro asunto: le falta de acá, le sobra de allá, retocándolo, pero siempre juntas.
Agus es compañera y amiga. Agus me da ganas de ir a la facultad. Con Agus fueron martes de meriendas con comidita para gatos. Me tiene de hija, es literal, pero cómo me aguanta el corazón...
Con Nati comparto chistes y muchas risas, debo admitir que como me río con ella, me río muy pocas veces. Este año compartí triunfos y derrotas de Boquita, amores y desamores, encuentros en Barracas y mates en mi casa. Sos lo más Natalita, te quiero más que muchísimo.
El Cili es simplemente la razón de la mitad de mis risas y sonrisas. Sos mi mejor amigo desde hace ocho años y espero que por ocho más.
Pilar. Pilar, vos sos mi pilar siempre. Con vos no tengo palabras. Sólo puedo agradecerte por ser tan compañera, tan gamba, por conocerme y entenderme como nadie, con sólo un gesto, con sólo una mirada. Tan segundera en todo, tan única, tan todo. 
Por lo demás, mi familia hermosa sigue siempre ahí al pie del cañón. Somos un poco fríos a veces y no nos decimos nada, pero somos protectores. Ellos son mis protegidos y mis protectores. Mi vida entera. 




Supongo que en general podría concluir que a pesar de haberlo llorado de a momentos (cosa necesaria, sin lo amargo lo dulce no es tan dulce), en líneas generales este año lo disfruté. Crecí. 
Ahora tengo veinte, los ojos más cansados, el cuerpo más hecho mierda pero muchas más ganas de reírme y de disfrutar, de fiestas, de salir.
Me conozco a veces más y a veces menos, pero estoy intentando reconectarme conmigo misma cada día más, Y darle con todo al 2015, que va a ser (una vez más) de y para mis amigos del alma.