13.6.11

El circo se esfuma y Nando regresa al opresivo mundo verde. Sueña que Milena se acerca, que su cara maquillada gesticula, que sus labios se mueven. Ella pronuncia palabras que caen como gotas de luz en el pozo oscuro de su cerebro aletargado.
-¿Me quieres, Milena? ¿Me estás diciendo que me quieres?
Ella ya no es obispo; se ha quitado de encima las sombras rojas, fantasmales, y otra vez el encaje negro vela sus formas terrenales.
-Tengo sed, Milena, una sed horrible. Mete las manos en el agua verde y dame un sorbo. Quiero beber de tus manos.
-Ya te operaron, Nando -la voz de ella emerge del fondo de un mar-. Te sacaron las balas. Estás bien. Dicen los médicos que no te mueres.
-¿Eres tú, Milena? ¿No te fuiste?
-No. Pero ya me voy.