2.6.13

Opción.

Si lo pienso, si pensamos, en que cada minuto de la vida está plagado de elecciones, se nos presentan eternos arcoíris de posibilidades distintas. 
Elijo California en vez de Iriarte por el ruido de los autos, elijo mate con endulcorante pero café con azúcar, elijo los besos breves y tibios, elijo una siesta, elijo este momento para mi interior.
Creo personal y humildemente, desde mi cucha acá en Barracas, desde esta cama de turno, que lo maravilloso de poder elegir, es equivocarse. ¿Cuántas veces en un día cometemos errores? El corazón y la mente nos regalan el don de poder tomar decisiones pero (si algo me enseñó esa película de mierda), un poder, al cual yo llamo don, me gusta más, conlleva responsabilidad.
Supongo que debo tener algún tipo de placer raro por el error, sino no repetiría tantas veces los mismos. Pero soy así, esta en mi escencia. A veces elijo en base a mí, por lo general en base a los demás. A veces me la juego, por lo general me quedo en el molde. Espero alguna vez ser conciente de que puedo cambiar. Nunca es tarde, dicen.
Algunos días tomamos decisiones más importantes que en otros y muchas veces sin saber por qué, a qué viene, sólo por impulsos, por inseguridades, por tratar de escuchar un poco al alma propia. Estuve plagada de éstas en mis últimos días. Y acá estoy, elegí escribir. Y no, no sé por qué.
Supongo (de nuevo) que lo que importa al fin es intentar aprender de los errores [que sí, algunos errores son deliciosos], para tratar de elegir bien, o mejor, la próxima vez. Y que, mientras tanto, hay que disfrutar de haber podido decidir, con todo lo que eso implica.
Dice el Piti en Hechicera del alma: "disfrutá el ahora, el momento en el alma".
Lucía.