24.8.13

¿A dónde rajás?
Digo, cuando no das más, cuando te destruye el tiempo, y el silencio, y ese vacío que a veces la rutina nos clava en el pecho. Cuando la mirada de cualquier otra persona te desnuda, incluyendo la tuya en el espejo. Y ni siquiera podés mirarte a los ojos a vos mismo, porque algo ocultás, algo te ocultás a vos mismo. Culpa. Culpa de estar sintiendo siempre lo que no hay que sentir. (Siempre, no falla, no fallo, no en eso).
¿Dónde te escondés? ¿Quién te abre su puerta y te dice "pasá, sentate, llorá"? ¿Quién está?
En esos días que sabés que te queda poco, o que al menos tenés esa sensación. Algo parecido a una noche en el 134, volviendo a casa, volviendo. Una sensación inmensa de que me iba a morir, extraña, pero inmensa, que me agujereó. No sé por qué, nunca más lo descubrí. O hace unos meses, allá por diciembre, cuando todos transpiraban de calor y yo temblaba en el suelo luchando contra el frío que sentía, y pensaba que iba a morirme. Esa noche pensé que me iba a morir y que no había podido despedirme de mi vieja.
¿Y para dónde corrí? ¿Vos, para dónde corrés cuando sentís que te vas a morir? ¿Lo sentiste alguna vez?
En las noches que el humo ni el alcohol alcanzan, que necesitás dosis extras, que quizás (quizás!) necesitás un abazo, sólo un abrazo, nada más, pero parece que nada en el mundo va a alcanzar para poner los pies en el suelo de nuevo, o volar, o algo, pero sentir algo, cualquier cosa.
¿A dónde vas?