22.10.14

Voy y vengo mil veces sobre mis pasos, me repienso. 
Y al final, siempre termino terminando en casi casi el mismo lugar.
Me está costando esto de mantenerme firme en mis decisiones. Me está costando seguir con lo que me propuse, me falta fuerzas, impulso. Me falta motor. Me hace falta el motor que me daban tus besos, tus abrazos, tus "te amo". (Cuánto pasará hasta que vuelva a escuchar yo esas dos palabras!)
La cuestión es que en fin, no me arrepiento, claro. No lo hago. 
Pero igual cuesta, igual duele. Supongo que este trance sigue siendo infinitamente necesario en mi vida, tenía que ser ahora, no sé bien todavía para qué o por qué, pero seguro este momento en mi historia tiene una finalidad. Si estoy viviendo estas cosas hoy, es porque algo tengo que aprender de ellas. Eso es lo que siempre sostengo, es como mi filosofía de vida. A veces se la pasa mal, a veces bien, pero de todo hay que aprender.
Todavía no estoy tan vieja. Todavía puedo salir un martes y terminar en cualquier lado borracha con mis amigos guitarreando cumbias famosas. Todavía puedo esas cosas y algunas más. Todavía puedo darme el lujo de dormir algún que otro día sin despertador, de sentirme viva con pequeñeces, de juntarme con mis amigos lo más seguido posible y ser feliz de eso, de ellos. Y sin embargo, ya no soy una pendeja. Ya tengo 20 años en los ojos, juro que si me los miran se me notan, yo me los noto en el espejo, cuando se me da por mirarme a los ojos a mí. Tengo 20 años en la espalda, que me duele cada día más sin remedio por los nervios. Tengo 20 años en la cabeza, en los pensamientos, en mis reflexiones. Lo bueno de escribir desde los 13 es que ahora puedo releerme y ver cambios en mí, ver madurez, ver crecimientos. 
Mi conclusión es que este es un buen momento para pasar este mal trago. 
Tendré que seguir escribiendo y, por supuesto, volviendo a casa en el auto alguna que otra noche con los chicos borrachos y cantando 'yo no sé mañana'.
No lo voy a releer, si hay errores pásenlos por alto. O cúrtanse, lo que gusten.